viernes, 12 de febrero de 2010

Cartas a mi entrenador, volumen 1


   Hola entrenador,

   ¿Te acuerdas del primer entreno juntos? Era el seis de agosto a las seis de la tarde de hace unos años. Nunca me olvidaré. ¿Recuerdas lo que hiciste cuando nos presentaron? Te agachaste casi de cuclillas, con las manos apoyadas en las rodillas y me miraste fijamente a los ojos. Estabas mucho más tranquilo que yo y no parabas de sonreír. Tu pelo se movía con el viento y recuerdo que usaste la mano derecha para ponerte el flequillo detrás de la oreja y me dijiste tu nombre. Luego extendiste esa misma mano hacia la mía y me la estrechaste con una mezcla de fuerza y cariño. Más tarde descubrí que esa era tu seña de identidad. Así te gustaba entender el baloncesto y así nos tratabas ante los errores. Hostias con cariño, te gustaba llamarlo. Lo echo de menos. Y no sólo en mis entrenamientos de ahora, sino en el resto de cosas que me pasan. Sabes, creo que la vida sería un lugar mejor si a todo el mundo nos hubiesen educado bajo esa premisa. Sentir el calor de quien te enseña algo ayuda a comprender que no es tan grave estar en un error. Ayuda a disipar el miedo que da lo desconocido y se está mucho más dispuesto a escuchar cosas que atacan tu conducta. No te sientes atacado como persona, pero comprendes la importancia de obrar mal y asumes tus actos. Lo desconocido se hace atractivo y lo rutinario, apasionante. Gracias entrenador. Seguimos en contacto.

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